Aunque en la antigüedad los ejércitos no contaban con las armas de la edad postmoderna, como las bombas masivas o los tanques, sí que tenían otro tipo de armas que bien podrían desempeñar el papel de estos últimos. 

Uno de ellos eran los elefantes de guerra, auténticas bestias que podían por sí mismas acabar con un gran número de soldados enemigos y que durante la antigüedad y el periodo clásico podrían acabar con muchas unidades enemigas y meter presión en el ejército rival. 

Si quieres saber más sobre estas bestias de batalla, sigue leyendo, pues analizaremos cómo eran usados los elefantes y si de verdad eran tan útiles en el ámbito militar. 

 

El inicio de los elefantes en el ejército.

 

Si bien podemos tener presente la imagen de los elefantes como sendas máquinas de batalla, que iban al frente con sus enormes colmillos de marfil, lo cierto es que en un inicio tenían más la función de transporte y logística, cargando elementos pesados, o ayudando a quitar obstáculos difíciles en los que un ejército necesitaba pasar, cómo árboles, rocas u otras defensas naturales o artificiales. 

Sin embargo, debido a su fuerza descomunal, los líderes y generales pronto se dieron cuenta que también podrían ser usados en batalla. 

Es de destacar que a la hora de combate sólo se usaban los machos, ya que las hembras tenían más tendencia a huir y atemorizarse, por lo que eran usadas como medio de transporte. 

 

Tamaño y equipamiento. 

 

Los elefantes más grandes sin duda eran los africanos, que podían alcanzar los 3,5 metros de altura y pesaban hasta 7 toneladas. Los asiáticos, mucho más pequeños, tenían una altura promedio de 2,8 metros y llegaban a pesar hasta 5 toneladas. 

Como los caballos y los carros, los elefantes de guerra debían llevar a un conductor o auriga, que se encargaba de dirigirlo con riendas y látigo. Dicho piloto se ubicaba encima del cuello del animal, sin necesidad de una silla, como en el caso de los jinetes a caballo. 

Normalmente, también llevaban una cabina de madera sobre ellos, donde otros soldados, en especial arqueros, lanceros o jabalineros, se ubicaban para disparar a los enemigos que se acercaran al elefante. 

Si bien los paquidermos se caracterizan por su piel gruesa, lo cierto es que al recibir ataques de enemigos con flechas o espadas sufrían, lo que podía causar que se asustaran y fueran más difíciles de controlar, por lo que era importante agregarles protección, en especial armadura de placas al estilo de las catafractas, que cubrían su cabeza y rostro, así como buena parte de su cuerpo.  

En todo caso, estas armaduras no podían ser demasiado gruesas, pues ralentizarían mucho a la bestia, haciéndola un blanco más fácil para los enemigos. También cabe destacar que resultaban muy costosas, por lo que la pérdida de una de estas bestias en batalla era un auténtico desperdicio de recursos.

  

Torres andantes.

 

Ya mencionamos que a parte del conductor, los elefantes podían llevar cabinas sobre ellos, en especial en el imperio Seléucida, en Asia Menor o en la India. Pero no eran solo cabinas de madera, eran auténticas torres andantes que se ubicaban en la grupa del elefante, en las que podían ir entre uno y cuatro arqueros, dependiendo de su tamaño. 

Estos arqueros y jabalineros eran clave a la hora de mantener a raya a los tiradores enemigos que podrían derribar a la criatura, y por supuesto de infligir la mayor cantidad de daño posible en las tropas enemigas, hostigándolos junto a las patas de la bestia que los podían aplastar. 

También hay que tener presentes los propios colmillos de las bestias, que también podían causar mucho daño entre las unidades enemigas con sus embestidas.

Aparte, también podían llegar a ser peligrosas máquinas de asedio, ya que en muchos casos se instalaban escorpiones y hasta cañones de corto alcance sobre sus grupas, haciéndolos artefactos móviles de asedio capaces de causar bajas masivas entre los enemigos.

  

Desventajas de los elefantes.

 

Como todos los tipos de tropas, los elefantes tenían desventajas, a pesar de ser unidades con muchas ventajas como las que ya hemos visto. Uno de ellos, y probablemente el principal, era su mantenimiento. 

Un elefante africano, por ejemplo, come 200 kilos de forraje al día. Un caballo adulto, por otro lado, llega a comer hasta 15 kilos de pasto diario, lo que nos da un indicio de por qué el uso de los elefantes en la guerra no prosperó en el Medioevo. 

Si un ejército cuenta, por ejemplo, con 25 elefantes de guerra, necesitaría 5 toneladas de alimento diario. Si bien el costo de esta cantidad de provisiones en sí misma ya es descomunal, la logística de cargar todo esto también es un costo enorme para cualquier batallón. Todo esto sin contar el agua. 

Aparte de esto, hay que tener en cuenta su preparación. El costo de mantenimiento y entrenamiento, así como la alimentación en los años que este duraba eran otra cantidad considerable de recursos, sin contar el capital humano para prepararlos. Aún así, por bien entrenados que estuvieran, era muy probable que se asustaran en combate, dada su naturaleza. Causando problemas en el propio ejército, o siendo asesinados. Por esto eran preferibles los caballos o camellos.

 

Contras para los elefantes.

 

Por otro lado, los enemigos pronto aprendían a contrarrestar su descomunal fuerza, si bien podían causar terror la primera vez que se veían en un campo de batalla. 

Las patas y el vientre son las partes más vulnerables de los paquidermos, por lo que era común que un ejército enemigo llenara de trampas el campo en el que tendría lugar el conflicto, o se usaban piqueros para atacarlos bajo el vientre, después de todo se trataban de un blanco fácil.  

También se hacía uso de elementos como el fuego para atemorizar a los elefantes de guerra. Era común que se contrarrestaran con cerdos incendiarios, que además del propio fuego asustaban a los elefantes con sus espantosos chillidos agónicos. 

Un elefante asustado constituía un peligro para las propias tropas aliadas, ya que al retroceder y desbocarse podía aplastar a las líneas tras de sí. Para eso, los conductores del paquidermo tenían un clavo largo y un martillo, con el que mataban al animal, clavando la enorme puntilla en la nuca de la bestia, pero echando al traste todos los recursos invertidos en él. 

 

Uso de los elefantes de guerra en la práctica. 

 

A pesar de todas estas desventajas, muchas civilizaciones como los griegos, cartagineses, persas y mauryas en la India siguieron usándolos en distintas épocas, en especial como arma psicológica. 

También se usaban en la vanguardia para romper las filas enemigas, algo que sin duda rompería a las filas enemigas, causando caos y desorden, momento que la infantería y caballería aliada aprovechaba para caer sobre los desorganizados enemigos, rompiendo con facilidad el frente enemigo. 

También eran colocados en los flancos, donde solía ir la caballería enemiga, contrarrestándola con facilidad, que se aterraba con su presencia. 

En todo caso, esta estrategia también podía ser fácilmente contrarrestada si en lugar de caballería cuerpo a cuerpo se usaban arqueros a caballo, que podían neutralizar fácilmente a los elefantes acribillándolos desde la distancia.

 

Otros usos logísticos de los paquidermos.

 

Como vimos al principio, los elefantes no sólo eran utilizados para el combate. Resultaban mucho más útiles para los generales en operaciones de carga y remover obstáculos, como los tractores modernos. 

Un uso particular que tenían era el de detener la corriente de un río y permitir que un ejército pudiera vadearlo con facilidad, sin que sus unidades fueran arrastradas.

También podían ser usados como transporte, pero esto dependía de qué tan rentable resultara, pues era más económico un carro que no consumía 20 kilos de alimento diario. 

De cualquier forma, son un ejemplo de la recursividad que los seres humanos tienen en cada una de las épocas que han vivido y según las necesidades de cada lugar y situación.