Son pocos los hombres que han cambiado la historia, como Jesús de Nazareth y Alejandro Magno, pero en la Edad Moderna, uno de ellos fue sin duda Napoleón Bonaparte. 

Heredó una Francia fragmentada por la revolución y la abolición de la monarquía, y la convirtió en una potencia local por encima de otros imperios a una corta edad, gracias a su genio militar y administrativo. Si quieres saber más sobre la fascinante historia de este incansable conquistador, sigue leyendo.

 

Inicio de la leyenda.

 

Napoleón Bonaparte nació en Córcega y fue hijo de Carlo Bonaparte. Aunque en principio su padre ayudó a los nacionalistas locales que se oponían a la ocupación francesa de la isla, cambió de bando, lo que después le permitió enviar a sus hijos a la academia militar de París. 

Allí el futuro emperador se graduó como teniente de artillería. Después de luchar unos años en su isla natal contra los rebeldes, regresó a Niza a cargo de un regimiento militar. 

Por esos años se empezó a fraguar la revolución, y Napoleón dio su apoyo al movimiento republicano de los Jacobinos, quienes abogaban por la soberanía popular sobre la monarquía. Tras turbulentos años de revolución entre los que ocurrió la toma de la Bastilla y la decapitación de los reyes, Francia fue declarada república en 1793. 

Después del reino de terror de Robespierre, caracterizado por el uso de la guillotina en más de 40.000 personas, Napoléon luchó ferozmente y venció a las fuerzas contrarrevolucionarias, y por ello fue nombrado comandante del ejército del interior, y sólo un año después, a la edad corta edad de 26 años, se le dio el mando de las fuerzas en Italia, donde tendría que combatir a los austriacos, que por supuesto no veían con buenos ojos el surgimiento de este nuevo modo de gobierno, y querían aprovechar el caos dentro de las fronteras francesas para invadirlos.

 

El genio estratega sale a flote.

 

Después de pasar días encerrado en su despacho analizando mapas de Suiza, Alemania e Italia por varias semanas, como recordaría su secretaria, Napoleón salió listo para desplegar su mermado y desmoralizado ejército contra los austriacos en el norte de Italia. 

Teniendo en mente varios pasos de los Alpes, ganó una batalla tras otra contra los numerosos austriacos con una novedosa estrategia que consistía en dividir a sus tropas en comandos pequeños pero móviles, que a pesar de su número, se encontraban en el momento y lugar de la batalla con una precisión poco usual para la época, lo que les daba una flexibilidad de la que los germanos carecían. Tras doblegarlos en varias batallas con todas las probabilidades en su contra, defendió sus fronteras de forma efectiva con  tan sólo 26 años. Napoleón era un maestro de la maniobra. Esto le permitió expandir el imperio Francés, al tiempo que sofocaba a los rebeldes en su propio país, reafirmando la república.

Después de asegurar la posición de los franceses en el continente, imponiéndose sobre sus vecinos germanos e italianos, pasó a competir con los británicos por el control del Mediterráneo.

 

Fiebre egipcia.

 

El 1 de julio de 1798 Napoleón se embarcó hacia Egipto, con el fin de competir con el incipiente imperio británico por el control del Mediterráneo y cortar sus rutas comerciales con Asia.

También buscaba arrebatar a los otomanos el control de Egipto, pero sus motivos iban más allá de lo militar. La expedición contaba con varios eruditos y científicos, ya que el general francés tenía mucha curiosidad por saber todo sobre la antigua civilización egipcia, lo que a la larga despertaría una fascinación en la cultura europea por el país africano y su cultura, que más tarde se conocería como la “egiptología” y que sigue vigente hasta nuestros días.

Esto fue posible gracias al descubrimiento de una reliquia conocida como la piedra Rosetta, en la que estaba grabado un decreto del rey Ptolomeo V que data del 196 a.C. que estaba escrito en griego antiguo, lo que permitió traducir los jeroglíficos y dar vida a la rica y antigua cultura del Nilo y los faraones. 

Pero los resultados militares no fueron los esperados por los franceses. Los dos imperios que pretendía socavar, británicos y otomanos, se aliaron y vencieron a las fuerzas francesas en la Batalla de las Pirámides el mismo año, y en 1801 tuvieron que abandonar Egipto tras ser derrotados por los británicos en la Batalla de Alejandría. 

De general a emperador. 

 

Aunque sus fuerzas fueron expulsadas de Egipto hasta el nuevo siglo, Napoleón volvió a Francia en 1799, donde hizo parte de un golpe de estado que derrocó al directorio francés del poder. Poco después fue nombrado cónsul, convirtiéndose en la principal figura política de Francia. 

En esta nueva posición, consiguió expulsar a los austriacos de la península itálica en la Batalla de Marengo en 1800. En 1804, publicó el Código Civil Napoleónico, en el que hizo avances notables de derecho, como igualdad ante la ley, la propiedad privada y la libertad individual. Este decreto sentó las bases del Código Civil actual de muchos países occidentales.

Ese mismo año, fue nombrado emperador de Francia después de haber sido Primer Cónsul después del golpe de estado previo. 

 

Batalla de Trafalgar y de Austerlitz.

 

Todo lo que sube tiene que caer. Aunque Napoléon fue un brillante estratega en sus primeros años de poder, poco a poco empezó a perder el juicio en muchas de sus decisiones que lo habían llevado al poder. Otras potencias europeas como Rusia, Gran Bretaña y Austria, temerosas de su poder y genio militar, se aliaron, lo que a la larga le causaría muchos problemas. 

Los británicos frustraron sus planes de invadir Inglaterra en la batalla naval de Trafalgar, donde la hábil Marina Real Británica venció a la flota franco-española, capturando o destruyendo los buques franceses y haciéndose con el control del Mediterráneo y el Atlántico. 

Con sus planes de conquistar los mares frustrados, Napoleón se enfocó en extender su imperio en el continente, en especial tras la derrota que infligió a los ejércitos austriacos y rusos en la Batalla de Austerlitz en 1805, donde usando su brillante habilidad como estratega engañó a los enemigos, haciéndoles creer que tenían ventaja en el centro de la batalla, mientras los flanqueaba con una fuerza extra de sus hombres por el ala izquierda, un ataque que se valió más del ruido de sus cañones y de los gritos que de los números, pero que fue suficiente para asustar a los austriacos, obligándolos a replegarse y perder la batalla de forma definitiva. 

El declive de Napoleón.

   

Pero quizás la mayor equivocación de Napoleón fue su fallida invasión sobre Rusia. Con su ego elevado por la victoria sobre los austriacos, el emperador francés movilizó a su numeroso ejército, unos 600.000 hombres, a las extensas estepas rusas. El todopoderoso emperador de Francia no sabía dónde se estaba metiendo. 

Los caminos embarrados, así como la política de los astutos lugareños de tierra arrasada, que a la postre mataría de hambre y disentería a los soldados franceses, en la que hipnotizaron a Napoleón para que lo siguieran cada vez más al este, quemando a la propia Moscú, acabó por minar su poder militar. 

Con el invierno y los cosacos atacándolos en la retirada, fueron muy pocos los franceses que lograron regresar a su patria. De los 600.000 valientes que se movilizaron, solo unos 10.000 hombres volvieron a salvo. 

Esto dejó a Francia en una posición vulnerable, en la que las potencias que había derrotado con anterioridad la obligaron a volver a sus fronteras naturales.  

El fin de la leyenda.

 

Aunque en Rusia fue donde cabó su tumba, el golpe de gracia lo dieron los propios franceses, que dieron un golpe de estado cuando el emperador todavía se encontraba en la campaña de Rusia. 

Aunque recuperó el poder, sus enemigos naturales, los británicos, lo derrotaron en la Batalla de Waterloo, donde Napoleón tuvo que abdicar del mandato. Tras ser hecho prisionero fue exiliado por los ingleses a la remota isla de Santa Elena, donde acabaría por morir en 1821, pero no sin haber cambiado por siempre la historia del mundo, como un ejemplo de recursividad y disciplina.