Si bien conocemos a los celtas como un pueblo que habitó Europa Occidental en la antigüedad, hasta que poco a poco los romanos les quitaron protagonismo, lo cierto es que en el siglo III a.C. llegaron a la mismísima Grecia, para aterrar a sus poderosos ejércitos. 

A continuación veremos el violento contacto que tuvieron estas tribus en el país Mediterráneo y sus alrededores.

 

Armas Celtas.

 

Uno de los elementos que les permitió dominar buena parte de su mundo en los siglos previos a la aparición de los romanos en escena fueron las armas. La invención de elementos como el hierro, que usaron en sus espadas, los escudos altos de roble, que también contaban con hierro en su superficie para dar golpes contundentes, y la mismísima cota de malla, una armadura ligera compuesta de anillos, así como la contextura grande e intimidante de sus guerreros, les permitió expandirse por vastos territorios.

Los galos, cuyo caudillo en el 298 a.C. era Cimbaules, se dirigió con sus ejércitos a los Balcanes para dar rienda suelta al saqueo, principalmente en Tracia y Macedonia, reino de origen de Alejandro Magno, quien había muerto unos años antes en Babilonia. 

Casi 30 años después del terror que los poderosos galos llevaron al reino macedonio, otro líder celta conocido como Breno continuó los planes expansivos de su tribu hacia el sur, hacia Grecia. Según los escritos, después de una primera incursión, reunió a otros caudillos celtas para mostrarles a los prisioneros griegos que había capturado, de contextura más pequeña y delgada que sus hombres, demostrando que podría vencerles sin mayor dificultad. 

Esto le permitió reunir a una coalición masiva de tribus celtas, que para el 279 a.C. avanzó hacia el sur con la promesa de un botín suculento. Se dice que el ambicioso líder contaba con entre 50.000 y 100.000 hombres. 

En poco tiempo, el norte griego experimentó el terror que los altos y barbados celtas llevaron con su hierro, saqueando templos indiscriminadamente, alegando que si los dioses eran ricos, tenían por obligación ayudar a los hombres, y tomando sus jugosos tesoros.

 

La defensa griega.

 

Conscientes del inminente peligro, varias ciudades griegas se comenzaron a unir para detener a los invasores sin que estos se enteraran, formando una coalición compuesta de etolios, beocios, atenienses, corintios, y fuerzas de otras polis griegas, reuniendo a un ejército de 40.000 hombres, con hoplitas bien entrenados y armados hasta los dientes

Aunque no contaban con el hierro de los norteños, los soldados locales contaban con un escudo redondo de bronce, una espada corta, y su especialidad, una lanza de dos metros de largo, con la que solían combatir entre sí, y con la que años antes habían evitado la invasión celta. 

También estaban bien acorazados, con casco, grebas y un peto de bronce, equipamiento que les había permitido dominar el Mediterráneo oriental durante varios siglos

Los defensores decidieron hacer frente a los enemigos en el paso de las Termópilas, el mismo lugar en el que décadas antes Leonidas había confrontado a los persas con sus espartanos. 

Mientras tanto, por mar avanzaba una flota griega para reforzar a sus fuerzas en tierra. 

 

La batalla de las Termópilas olvidada.

 

Los celtas, con su ímpetu guerrero, se arrojaron sobre los griegos, conscientes que eran guerreros más grandes y aptos para el combate cuerpo a cuerpo que sus enemigos, como auténticas bestias salvajes.

Pero los griegos, guerreros disciplinados, contuvieron la embestida, al tiempo que los barcos infestaban a los invasores con flechas desde el mar. 

Al final la inteligencia primó sobre la fuerza bruta, tal como Atenea siempre primó sobre Ares, y Breno se tuvo que retirar con considerables bajas, mientras los griegos apenas sí perdieron hombres durante la batalla. 

El resultado fue devastador para los bárbaros. Sin embargo, todavía contaban con buenas tropas, y llenos de ira por la humillante derrota, se dirigieron al oeste del norte griego, la región de Etolia, para saquear todo a su paso. 

La estrategia pareció funcionar, pues los etolios tuvieron que separarse de sus otros compatriotas griegos para ir a defender sus tierras. Pero las cosas no salieron como los ambiciosos invasores esperaban: los etolios vencieron a los desmoralizados celtas, expulsándolos más hacia el oeste

 

Testarudez celta.

 

Poco después, sin embargo, un empecinado Breno decidió reorganizar a sus tropas con el objetivo de saquear la ciudad de Delfos, donde yacía el Templo de Apolo, que albergaba inconmensurables riquezas. 

Pero la coalición griega que los había detenido en las Termópilas no se quedó de brazos cruzados. Dirigiéndose rápidamente hacia la ciudad, se enfrentó de nuevo a los bárbaros del norte, aplastando a más de 16.000 de sus hombres

De este modo, los orgullosos griegos vengaron la profanación de los templos a sus dioses, que los poderosos invasores habían perpetrado años antes. 

 

Reorganización celta. 

 

Los pocos celtas que lograron sobrevivir a la catástrofe de Delfos, se dirigieron a Tracia, donde habían logrado asentarse. Breno, por su parte, completamente humillado y deshonrado acabó por quitarse la vida. 

En este sentido, se podría afirmar que salvo por los saqueos iniciales en el norte, la invasión de Grecia fue un fracaso, a pesar de contar con infantería y armas más poderosas que los locales. 

Sin embargo, al tiempo que Breno intentaba saquear Grecia, otro contingente celta partió desde Tracia hacia Anatolia. 

 

Los gálatas.

 

Hacia el siglo II a.C. ese grupo de celtas prosperó y se convirtió en una feroz tribu conocida por los griegos como los galos o gálatas, quienes a partir de entonces habitaron el centro de Anatolia, y constantemente saqueaban e intimidaban a las colonias griegas del oeste de la península anatólica, entre ellos el reino de Pérgamo, que debía pagar un tributo abusivo a los enemigos del este.

Esta dinámica duró por varios años hasta que el nuevo rey de Pérgamo, Átalo, resolvió que no quería pagar más los humillantes tributos, y decidió enfrentar a los celtas, derrotándolos en las inmediaciones de su territorio

Ofendidos por la derrota y la suspensión de los tributos, los gálatas unieron fuerza con los reinos seléucidas del sur de Anatolia, y su rey Seleuco, pero fueron de nuevo derrotados por el valiente rey de Pérgamo en la batalla del Harpaso, y en otras batallas menores, lo que les permitió tomar todas las tierras de los seléucidas

Sin embargo, poco después perdió todo lo que había ganado al ser derrotado por el rey Seleuco III en una batalla librada cerca de los montes Tauro, y fue obligado a volver a sus fronteras naturales.

 

Venganza Seléucida. 

 

En las siguientes décadas, los seléucidas, esta vez dirigidos por Antíoco III avanzaron directamente hacia Tracia y Macedonia, buscando avanzar e invadir Grecia, pero en esta época los romanos ya comenzaban a entrar en escena, relegando poco a poco a los celtas y a otras culturas en Europa y la cuenca del Mediterráneo.

Las fuerzas del futuro imperio se enfrentaron a los seléucidas en las Termópilas, un escenario de constantes conflictos debido a su posición estratégica como cuello de entrada a Grecia, donde la disciplina de los ítalos prevaleció sobre las fuerzas de Antíoco III

Derrotado, Antíoco fue obligado a huir a Asia por el mar Egeo, pero fue perseguido por los implacables romanos, que lo siguieron hasta su propio territorio y aliados con Pérgamo, lo derrotaron en la batalla de Magnesia, en el corazón de su reino. 

 

Expansión romana en Asia Menor.

 

Los romanos, viendo la oportunidad de ampliar sus dominios, decidieron avanzar hacia el norte de la península de Anatolia, hacia la tierra de los gálatas, alegando que estos habían apoyado a los seléucidas. Esta es una prueba de que los  ambiciosos romanos ya odiaban con ímpetu todo lo que tuviera que ver con los celtas

Atemorizados, los celtas de Anatolia intentaron apaciguar con palabras a los romanos, al ver su poderío militar y la fuerte coalición que tenían con el reino de Pérgamo.

Después de varias negociaciones fallidas, las legiones romanas se impusieron sobre los celtas, acabando con buena parte de sus tropas, y obteniendo un jugoso botín. 

Poco a poco este pueblo adoptó la cultura griega, aunque conservó su lengua de origen galo, dando fin a la presencia celta en territorio griego, aunque dejando su huella, como en tantos otros lugares