La información es poder. Esto ha sido un hecho para todos los ejércitos a lo largo de la historia. En la antigüedad, por muy buenas unidades y preparación que un batallón tuviera, si no contaba con exploradores hábiles que conocieran el terreno y previeran emboscadas, estaba condenado. 

El poderoso imperio romano, que dominó la cuenca del Mediterráneo y buena parte de Europa gracias a sus poderosas legiones, no era la excepción. De hecho, muchas de sus catástrofes en el campo de batalla, como el fiasco del bosque de Teotuburgo, se debió a la negligencia de sus generales, pero sobre todo a la falta de información sobre las fuerzas y estrategias del enemigo. 

Por eso, a continuación veremos el papel de los exploratores romanas, que otorgaron al imperio victorias cruciales. 

 

La importancia de la exploración.

 

Ya lo decía Sun Szu unos doscientos años antes de que el imperio romano empezara su apogeo: los exploradores y el espionaje son asuntos trascendentales en la guerra. 

Esto no es nada del otro mundo: se trata de enviar exploradores a los lugares que se pretende atacar, y recabar tanta información como se pueda sobre el enemigo y su territorio. 

Los romanos eran bien conscientes de este aspecto, y por eso destinaron tropas exclusivas para este fin. 

Por un lado estaban los speculatores, unidades montadas que se encargaban de tareas de reconocimiento. En un principio eran équites, unidades de élite de clase social y militar alta, pero pronto pasaron a ser cualquier soldado a caballo. 

Eran elegidos por su sagacidad para esconderse en medio de la naturaleza, y observar con pericia todo lo que ocurría a sus alrededores, así como encontrar a los exploradores enemigos, y recorrer varios caminos para decidir cuál era el más adecuado para el ejército. 

 

Elementos a tener en cuenta.

 

Como podemos deducir, tenían que ser hombres muy sagaces, pero no sólo para no dejarse descubrir de los enemigos y lugareños, sino que además tenían que tener en cuenta otros asuntos de suma importancia para la legión, como los recursos disponibles como forraje, comida, agua y madera disponible en los alrededores, así como la propia configuración del terreno, teniendo en cuenta posibles trampas naturales y otros peligros para el futuro paso de sus compañeros. 

Por supuesto que la última palabra la tenía el general, pero por lo general era aconsejable que este se dejara guiar por lo que los speculatores sugirieran, en especial si se trataba de hombres veteranos y curtidos. 

 

Cuerpos de speculatores.

 

Pero estos jinetes no se limitaban a la observación. Una vez que estos reconocían el terreno, podían ser apoyados por infantería ligera, como jabalineros, piqueros y arqueros, que además de ayudar a combatir posibles exploradores enemigos, les ayudaban a quitar obstáculos del terreno, como árboles caídos o rocas. 

También eran útiles en tareas de forrajeo, ayudando al ejército a obtener provisiones como alimentos, madera y otros recursos clave en la campaña. 

Sus tareas de exploración duraban aproximadamente un día, y no se alejaban más de entre uno y cinco kilómetros del grueso del ejército. Sin embargo, este rango sí que era superado por otro tipo de unidad más experimentada.

 

Los exploratores.

 

Los exploratores, más experimentados que los speculatores, sí que podían cubrir distancias mucho más largas, que podían abarcar hasta 30 kilómetros a la redonda de donde se ubicaba el ejército. 

Por tanto, sus labores de reconocimiento podían durar de días a semanas enteras. 

Tenían que ser tropas especiales y sagaces que se adentraban aún más en territorio desconocido y hostil, que además tenían que subsistir con los recursos que encontraban en el camino, una vez que sus provisiones se agotaban. 

No tenían un cargo fijo, al menos durante lo que duró la hegemonía romana, y eran elegidos por su ingenio y trayectoria, aunque hacia final del imperio sí se destinaban unidades exclusivas para esta labor. 

Eran tropas ligeras, y tenían diversas funciones, aparte de la propia exploración. 

Si bien los speculatores tenían que reconocer lo que ocurría en las inmediaciones del ejército, los exploratores tenían que ir más allá. Debían reunir toda la información posible del lugar objetivo. Por lo que además de la mera exploración, recurrían al espionaje de más alto nivel. 

Reconocían las villas, poblados y ciudades de importancia, así como la cantidad de sus habitantes y el tipo de defensas con los que contaban. 

Así mismo debían conocer cualquier suceso importante que competiera a las legiones, como si se estaban reclutando tropas en su contra, y en especial la política de los lugares por donde iban a avanzar: cuál era la situación de los gobernantes con su pueblo, lo que influiría en una defensa sólida o endeble. 

Cualquier dato, por pequeño que fuese, podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte, la victoria y la derrota. Por eso es que su papel era esencial. 

 

Conoce al enemigo mejor que a ti mismo.

 

También debían conocer la condición de las tropas enemigas, que tan numerosas y capaces eran; si se trataba de guerreros curtidos o simples tropas auxiliares, así como su armamento y número de sus provisiones. 

También debían conocer la capacidad de sus generales; si eran valientes, cobardes, sagaces o impulsivos. Como se puede deducir, la situación política era tan o más importante que la de la propia geografía. 

Sin embargo también estudiaban la topografía del lugar, cuáles serían los mejores lugares para levantar campamentos, teniendo en cuenta la seguridad. 

Se daba prioridad a terrenos elevados, como colinas con buena visión, y evitar los terrenos bajos, más propensos a emboscadas y enfermedades. 

También era trascendental analizar si se contaba con material de construcción en las cercanías, así como de agua y víveres.

Una vez encontraban un lugar con estas características, comenzaban a encender hogueras para dar la señal al ejército. 

 

Los ojos de la legión.

 

En esta época los mapas eran un lujo. Muy pocos ejércitos contaban con ellos, y los que existían dejaban mucho que desear, por lo que la función de estos exploradores era fundamental para el avance del ejército. 

Los exploratores tenían que conocer muy bien la morfología del terreno: colinas, ríos, bosques, y los mejores lugares para vadear un río, así como accidentes geográficos que podrían proveer de defensas a las unidades aliadas o enemigas. 

Por tanto, los generales dependían de la información que tanto speculatores como exploratores ofrecieran, tanto para desarrollar la estrategia de la campaña, como para las tácticas de combate y asedio.

 

Funciones extra de los exploratores.

 

Adicionalmente, al tratarse de unidades ágiles podían causar estragos en las líneas enemigas. Podían robar o matar el ganado enemigo, quemar los campos de cultivo y envenenar los pozos. 

De ese modo sentaban las bases para que el ataque fuese más certero una vez llegaran las legiones. 

También podían desempeñar misiones más arriesgadas, como atacar las líneas de suministro enemigas, o matar exploradores rivales o piezas clave, políticas o militares. 

 

Cuerpos de exploratores.

 

Contrario a lo que se pudiera pensar, estos exploradores no iban en grupos pequeños. Ya que abarcaban grandes distancias, y sus misiones de sondeo podían durar días, se dividían en pequeños grupos separados y se reencontraban en un punto y momento específico. 

Como los mongoles de Subotai varios siglos después, o los “corps” de napoleón estaban entrenados para distinguir señales lejanas y compartir información entre ellos una vez que lograban sus objetivos específicos. 

Si veían algo fuera de lo común, uno de los exploradores regresaba a toda prisa con el ejército para ponerle al tanto, mientras sus compañeros seguían con sus misiones particulares.

 

Conclusión.

 

Como vimos, los romanos le daban una importancia merecida a la exploración, otorgando a este oficio clave unidades sagaces e inteligentes, y dando capas a esta, los de reconocimiento inmediato, conocidos como speculatores, y los que se alejaban más del grueso del ejército, como los exploratores, que debían saber tanto como sus sentidos les permitieran captar, así como de la información que pudieran obtener de espías locales. 

Los romanos, no tenían nada que envidiar a los señores feudales del periodo de guerras de los chinos, que en la misma época y en siglos inmediatamente anteriores conocían todas estas estrategias.

Tanto en oriente como en occidente, la recursividad de los exploradores era crucial en una campaña, y podría significar la derrota o victoria total, como el maestro Sun Szu lo dejó claro en el inmortal Arte de la Guerra.